La chía contiene nada menos que un 23% de ácidos grasos poliinsaturados, de los cuales un 18% es ácido linoleico, lo que la convierte en la semilla con mayor contenido en ácidos grasos omega-3. Los ácidos grasos omega-3 son ácidos grasos esenciales que son vitales para los seres humanos y los animales. Si mezclas un puñado de semillas de chía en un vaso de agua, al cabo de unos minutos el agua se llenará de una baba parecida a la pectina. Estos mucílagos tienen un efecto positivo sobre el proceso metabólico. Unen doce veces su propio peso en agua.
En los trastornos metabólicos, la calidad y composición de las heces mejoran rápidamente. Estos mucopolisacáridos también forman una especie de capa adhesiva en la pared intestinal, de modo que las bacterias patógenas pueden causar pocos daños y se favorece la recuperación de la mucosa intestinal en caso de infecciones intestinales.
Además, la chía tiene una buena base de proteínas de alta calidad con un muy buen patrón de aminoácidos. Además, la chía también es rica en minerales, entre ellos un 0,65% de calcio.